Violencia descomunal y una Presidenta ausente

275

Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima – Perú)

En el Perú, la violencia se ha vuelto paisaje cotidiano. Cada día, en cualquier horario y en cualquier medio, se reportan asesinatos por extorsión y sicariato. Matar parece haberse convertido en un hecho “normal”, como si en una democracia los homicidios fueran solo parte de las estadísticas. No lo son.

Hasta julio de este año, más de 1.100 personas han sido asesinadas en la costa, sierra y selva; casi 450 de esos crímenes ocurrieron en Lima. Son cifras que deberían estremecer a cualquier autoridad. Sin embargo, la presidenta Dina Boluarte mantiene una agenda de viajes al extranjero mientras el país vive una crisis de seguridad sin precedentes.

¿No se le mueve una pestaña, señora Boluarte, al saber que en estas cifras hay historias de compatriotas que murieron acribillados con ocho, diez o doce balas? ¿O de una niña de tres años que perdió la vida por disparos de delincuentes que deberían estar encerrados de por vida? Resulta difícil imaginar que, si una tragedia así golpeara a su propia familia, la respuesta del Estado fuera tan tibia como la que hoy reciben millones de peruanos.

La inseguridad no es una estadística fría. Es la angustia de no saber si uno volverá vivo a casa, si los hijos llegarán sanos de la escuela o si un familiar será víctima de un asalto. Lo sé por experiencia: mi hijo mayor fue atacado por dos sujetos armados que le pusieron un cuchillo en el cuello para robarle el celular.

Mientras tanto, el Congreso aprueba leyes que favorecen más a delincuentes que a ciudadanos honestos. Y la población, que trabaja y paga impuestos, vive con miedo, mientras observa a una presidenta ausente, ocupada en giras internacionales.

Señora Boluarte: el país necesita liderazgo, acción y firmeza. No más viajes, no más excusas. El Perú no puede esperar.