Veinte minutos tarde

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Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima – Perú)

El último turno de salidas a Lima y diferentes ciudades del interior del Perú se daba aviso en el terminal Los Andes en la avenida Ferrocarril en Huancayo. Ya me encontraba -como de costumbre- desde las 9:30 p.m.  para esperar con tranquilidad mi bus que me llevara a casa. Cuando era mi turno me acerqué al counter, mostré mi DNI y boleto. Una señorita muy amable recibió mis documentos, los revisó y en un momento su rostro cambió: “señor, su bus salió a las 9:40 p.m., esté no es su turno ni unidad”. Me quedé perplejo.

“Señorita, todos mis boletos los compro para salir a las 10 p.m., nunca antes. Lo adquirí en Lima, en su terminal como cada semana”. La señorita volvió a revisar mi boleto para solo confirmar que no era mi turno, que lamentaba que mi unidad ya hubiera partido. “Lo siento señor, no puede subir”. Pedí revisar nuevamente y otra persona se acercó para ayudarme. Verificaron en su sistema y nada. Lo que siguió fue intenso para mí, pues no podía quedarme, debía salir ya.

Les expliqué, nuevamente, que no compraba boletos para esa horario, igual me indicaron la parte resaltada con amarillo: “dice 9:40 pm.”. “Siempre debe revisar caballero, al ser resaltado la counter le indica la hora y fecha, eso quiere decir que usted estaba de acuerdo”. No recordaba eso. Quizá la hora en que compré el pasaje (eran las 5 a.m., momento recurrente  en el que llego a Lima desde Huancayo cada semana), quizá el mal dormir de cada viaje, quizá el frío con humedad que hiela en Lima. Quizá cualquier cosa me distrajo y no reparé en ver la hora, ni allí, ni en Huancayo, ni en el terminal Los Andes.

Me puse nervioso, preocupado, les dije que siempre viajaba con su empresa, siempre con ellos. “Señor, de verdad lo lamento, pero no puede subir”. Le pedí clemencia, piedad, por favor, se lo supliqué. Le argumenté  -otra vez- que nunca compraba para esa hora. La misma respuesta recibí. Me sentía desolado, mal, molesto conmigo, no con ellos, que solo hacían su trabajo. Intenté una vez más, “señorita, por favor, qué puedo hacer, comprar otro boleto a menos precio, una promoción, algo por favor, ayúdeme”. Me miró y se dirigió a su oficina mirando su pantalla, junto a mi DNI que le acerqué.

Esperé resignado a comprar cualquier asiento y volver. Gastar por mi descuido. Ya estaba hecho.

Sin embargo, unos instantes después escuche, “caballero, usted es un pasajero frecuente, por esta vez haremos una excepción y le brindaremos un asiento, en segundo piso, sin costo adicional”. Esas palabras fueron las mejores que escuche esa noche. La administradora de la empresa en esa sede me obsequió un pasaje, gratis, en la última salida, sin costo, sin nada, solo buena voluntad y empatía.

Les estoy más que agradecidos, mucho, muchísimo. Se pusieron en mi lugar y me ayudaron, sin dinero de por medio, nada. Y bien sentado, cómodo. Gracias otra vez Móvil Bus por ser solidarios y empáticos. Gracias mil.