Cena con los Clightown (cuento)

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Óscar André Miño Uriarte, escritor. (Lima – Perú).

Humberto llegó a casa de su novia a las cinco y cincuenta y cinco, cinco minutos antes de la hora de la cena. La casa quedaba en una colina, muy alejada de la sociedad debido a que a la familia Clightown no le agradan las multitudes. Su nueva novia, Zuna Carhuaz, es una chica muy simpática, lo que más le atraía de ella era su cabello rubio. Lo que más temía era que el padre no le aceptara como parte de la familia, porque un noviazgo significaba matrimonio. Humberto ya conoce a la madre, su nombre es Rosy, una mujer agradable con gustos muy exóticos. Zuna ya le había dicho a Humberto que, si iba a cenar con ellos, debía respetar las tradiciones sin gestar.

  • No creo que pueda prometer eso.

Dijo esa vez.

  • No hay problema, no son nada obscenas ni humillantes, la verdad, es que ni siquiera te va afectar mucho.

La verdad era que Humberto estaba nervioso por el caso de su amigo John Gómez, quién lleva desaparecido más de un mes. Sus padres estaban excéntricos que ni sus vecinos se les acercaban para darle consuelo. Ahora podría olvidar todo eso con una rica cena.

El día de la comida, en el horario asignado, Humberto toca el timbre de la enorme casa victoriana de los Clightown. Zuna se alegra al verlo y le da un beso en los labios. Humberto le ofrece un obsequio que compró en la tienda, se trataba de una pulsera de oro muy linda, que no estaba tan cara la verdad.

– Es hermoso.

– No tanto como tú.

– Ya deja de darme halagos, me vas a poner roja.

Zuna cierra la puerta y lo que más le sorprendió fue que pusieran el seguro. Según ella es para evitar malos invitados. Le guía por la casa hasta el comedor, donde Rosy esperaba junto a un hombre anciano de gafas y traje elegante. Este se levanta al ver entrar a su hija junto al invitado.

  • Papá, él es Humberto, mi novio.

Humberto levanta la mano a modo de saludo, el anciano, apoyado de un bastón, sale de la silla y con cuidado se encamina hacia el hombre. Este le tienda la mano.

– Un placer conocerlo jovencito.

– El placer es mío señor.

El anciano ríe de una forma que parecía aterradora, ya que sus dientes eran picudos y esas arrugas marcaban muy mal su rostro. El anciano lo tumba en la silla que tenía frente a él y le dice que cuando llegue la comida no se contenga. Rosy le pide a su esposo que vuelva a sentarse y su hija le ayuda. Humberto se acomoda en la silla y se pone la servilleta sobre el cuello de la camisa. Luego de que el anciano se sentara, Zuna lo hace a su lado. El anciano coge una campanilla, la hace sonar y uno grupo de hombres vestidos de blanco entran al comedor con bandejas de comida, la mayoría eran carnes, frutas y postres. Parecía una cena digna de un rey. Una vez que las bandejas fueron puestas, el anciano hace sonar de nuevo la campanilla haciendo que todos se retiren.

  • Hora de comer.

Dijo Rosy y empezaron. Cada uno se sirvió lo que quiso, Humberto se puso un poco de puré, arroz con aderezo, unas lonjas de chancho y algo de fruta. Comió lo más elegantemente posible, sin embargo, cuando levanta la vista, ve como Rosy con sus manos degustaba del plato de pure que acaba de servirse, el anciano rasgaba piezas de pollo con las manos y Zuna, su novia, bebía de un tazón de sopa directo de la olla. “Cuando llegue la comida, no se contenga” escuchó esas palabras de nuevo del anciano que ahora bebía de un vaso de vino y sacaba unas cuantas uvas. Zuna se sirve otra lonja de tocino y se la come directa.

– Veo que… son muy entusiastas.

– Si jovencito, ahora come el especial.

Dijo señalando con un chuchillo grasiento un gran pastel de carne que había a su alcance.

  • Yo no deseo más carne.

Dice Rosy, pero Humberto sí que quería, estaba con ganas, así que se acerca el plato con el pastel, lo parte y come. Estaba delicioso y se lo expresó a todos.

– Gracias, es especialidad de la casa.

– ¿Qué carne es?

La familia Cligthtown se mira y luego responde al unísono.

  • Carne de humano. Su nombre era John Gómez. Especialidad de la casa.