1984 HOY

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Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima – Perú).

Leía por tercera vez 1984, una de las obras más resaltantes de George Orwell, el mismo de La granja y El camino a Wigan Pier. Orwell, escritor y casi profeta, narra de forma extraordinaria lo que es la dictadura, perversión, destrucción del ser humano dentro y fuera de él mismo, la tortura y desarraigo, la podredumbre humana en sí.

Orwell, un visionario -o uno de los tocados por la varita mágica- nos lleva por el mundo de Winston, un hombre parte del sistema, trabajador del sistema, vive del sistema, pero odia el sistema, O Brien, quien supuestamente es su amigo, uno de los políticos cumbre y sirviente del Gran Hermano, Julia, amante y joven prendada de Winston, casi embelesada por el hombre maduro. Tanto Winston como Julia son torturados por O Brien, les lava el cerebro a ambos y los convierte en zombis obedientes al Gran Hermano.

Esta metáfora, brillantemente narrada por Orwell, es una representación de lo que sucede a varios niveles en pleno 2023. Por un lado, existen dictaduras comprometidas a desarraigar al ser humano de cualquier vestigio de su propio ser, de su esencia, de pensar libremente, caminar o vestir incluso como desee, pero también al otro extremo, el desarraigo por su identidad y patria, descomponerlo en piezas de lego, dispuestas a ser marionetas de la doctrina imperante, sea esta una ideología aberrante, un culto que enuncia el paraíso, el darle más preminencia a un animal que al ser humano o creer que una píldora o rama de un árbol pueden hacerte inmortal. En la viña hay de todo.

Esta novela es más actual que nunca, pues, podemos palpar en este mundo globalizado como se ha ido suplantando la vida humana (el Gran Hermano lo es todo), a los padres o abuelos, a la familia, al ser humano en sí por animales, diciendo nombres torpes como perrijos, gatijos u otras sandeces. Y esto no es solo de la generación centennials o millennials, también vemos como personas sobre los 45 años se han adherido a este parche estupidizante, que desplaza lo coherente y real y lo somete a lo políticamente correcto (el Partido lo es todo), con tal de encajar. El declive de la capacidad intelectual, la ignorancia y el grito, el nulo contenido o información, todo lo carente de fundamento o veracidad, o incluso de entretenimiento que no tiene un propósito educativo o enriquecedor, se ha vuelto en doctrina. Y si osas en ir en contra, cuidado, los agentes (policía crimental) te caen en redes y te convierten en paria.

Hay un miedo terrible de parte de personas coherentes, pensantes, científicos e intelectuales de permitirse decir la verdad, porque los medios de comunicación o la tecnología en línea, la empresa donde trabajan o la misma familia muchas veces (La gran pantalla) los demolerá, arrasará, destruirá, todo en pro de estar alineado con lo que digan los que manejan los hilos del poder, y ojo, a esos jamás los conocerás (el Gran Hermano) porque en la sombra y desde la sombra te están observando para luego callarte. Sea de manera legal, con leyes hechas a la medida (¿han oído sobre el feminicidio, pero no hombricidio, leyes a favor de los animales, pero sí al aborto, o que la estudiante ahora es cliente y ni se le debe mirar mal?) o la desaprobación de tus argumentos, a los que la data y estudios refrendan pero que son atacados de manera vil y sin fundamento por la masa enardecida y cautivaba por los Reels, Tik Tok, programas basura y cultura hedonista, siempre sales perdiendo.

El debate se ha reducido a un linchamiento público brutal, tanto de la massmedia como de colectivos, programas, ONG’s e incluso a gobiernos como Venezuela, Argentina, México o España, donde la educación en pro del bien del educando a implementado el gran lenguaje inclusivo (neolengua) u otros disparates corrosivos mentales. Y cuidado, o te pones en vereda o ya sabes. Es momento de reaccionar, de dar el paso y decir no. Deben estar en el tablero más Laje, Kreimer, Peterson, Núñez, Vidal, Shapiro, cada uno en su campo y con ideas, no gritos.