Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima – Perú).
Cuatro personas, ya de edad madura, se han reunido luego de tres años para comer y celebrar un reencuentro amical. Si bien se llevan entre ellos más o menos dos a diez años, hay bastante de que hablar, discutir y analizar. Sobre todo, esto último, pues todos se dedican a la academia, pedagogía y más o menos les gusta leer y escuchar música. Esto último más que importante.
Luego del abrazo inicial y los saludos de rigor, los cuatro amigos se sientan en un conocido restaurante de una céntrica ciudad de una céntrica región del Perú. Pedimos, para variar, dos cacerolas de pollo, papas, algunas exquisiteces peruanas y lo acompañamos con una refrescante chicha y una cerveza. Genial, fenomenal, salud, gracias, somos los mejores, nuestra amistad es fuerte, poderosa. “Un brindis por nosotros amigos, por seguir esto hasta la tumba”, “claro, hasta que la artritis nos caiga”, “jajajajajaja”. Y adentro el primer trago.
- Saben, es bueno vernos.
- Claro, ya era hora.
- Sí, pero hay que hablar pues, qué ha pasado por aquí.
- No mucho broo, la pandemia, los huaicos, el trabajo.
- O sea, bastante, suelta.
La conversación fluye muy bien, de hecho, la comida estuvo matizada por el olvido de los cubiertos, servilletas y cremas, que llegaron casi cuando comíamos con los dedos. Anécdota.
- Qué dices, se impone o no la ideología de género.
- ¿Ah?
- Eso, se impone o no.
Lo que vino luego fueron posturas en pro y contra sobre si el hombre es hombre, la mujer es mujer, si el estado o la sociedad impone la sexualidad, “no, cada uno ve si quiere ser mujer u hombre, una cosa es la sexualidad otra el género”. Y zasssssss, se vino el bolondrón. Sostener eso es arriesgado, como sostener que la Tierra es plana y decir luego que “nos han hackeado”. Todo derivó en 45 minutos de interpretaciones, citas de expertos, nombrar a la genética, antropología, medicina, que hay estudios, que los psicólogos a mano levantada sacaron a la homosexualidad de los libros de desórdenes mentales, que los niños deben estar en salvaguarda, la moralidad, la unión civil, la ingeniería social. Cuarenta y cinco minutos, más o menos.
El apasionamiento era fuerte. Eran dos católicos, tres cristianos, un evangélico, un agnóstico (eso creo), cuatro académicos. Todos lanzando argumentos para desacreditar la otra postura. En un momento pensé que se derivaría en otra situación más candente. Felizmente no fue así.
El tema siguió con que “hasta en el currículo meten ideología, promueven orientaciones amorales, hay que fomentar en los estudiantes valores de respeto y tolerancia, sí, pero rechazando estas aberraciones”. “Pero la desigualdad de género hermano, diferentes situaciones de desigualdad de género, evitemos los estereotipos». La mesa estaba caliente, la voz más alta y la ira parecía asomar.
- Ya pues, así es la cosa, esto va para adelante no se va a cambiar.
- Yo no creo eso, hay que luchar.
- Mejor salud, ya basta de querer cambiar el mundo.
- Salud pues.
- Salud.
Nos retiramos de la mesa, pagamos la cuenta, de forma separada, recogimos nuestras cosas y salimos del restaurante. Ya afuera, el abrazo, la alegría y el gozo volvió.
- Al final, somos amigos, eso no cambiará, aunque no concordemos en varias cosas.
- Verdad.
- Gracias mi broo, gracias por estar para compartir.
- Casi lloro por la …
Al carro. Dos en uno y dos en otro. Pero la amistad sigue, aunque unos estén a favor del aire y otros en contra de Él. Total, la amistad como decía Borges, “no necesita frecuencia. El amor sí. Pero la amistad y sobre todo la amistad de hermanos, no necesita frecuencias”. True.