Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima-Perú).
Lo ocurrido hace 72 horas en el este de Europa, es solo la punta del iceberg de una acción más grande de parte de una nación que desea reencontrase con los añejos bríos de principios del siglo XX, cuando era la primera potencia mundial, junto a los vecinos del norte de América.
Rusia no ha invadido – como aseveran – para ayudar a los rebeldes separatistas, pro independentistas de Donetsk y Luhansk. Putin no solo ha invadido y declarado la guerra unilateralmente (eso es más que claro, no como niega RT, canal prorruso) con ese fin, tampoco desea poner fin a “la masacre contra ciudadanos de esa región”, hecho que no es real, ni comprobado por la comunidad internacional y que solo Putin ve. Eso es irreal.
El presidente ruso tiene entre sus intenciones reales, como se ha visto en la última década, dejar de ser un segundón o estar en la cola de las naciones poderosas, detrás de EEUU, China, Alemania, Francia o la India.
Para eso ha invadido sistemáticamente, territorios a los que llama a reunirse con la antigua URSS. Sí, porque Putin cree que aún está en la Guerra Fría. Desde la caída del Muro de Berlín y la disolución de la antigua patria de Stalin (asesino y dictador sangriento que asesinó cerca de 25 millones de rusos), de quien Putin es admirador, Rusia apoya de forma frontal a ciudades y provincia prorrusas como Moldavia, Transnitia, Osetia del Sur y Abjasia. No chistó en invadir y tomar a la fuerza Crimea. Ahora es Ucrania. Porque eso desea, tomar esa nación a la fuerza.
Ucrania tiene Chernobyl y reservas ingentes de gas natural, es el ingreso de Rusia a cualquier nación Europea. Los yacimientos de níquel, cobre y hierro, además de ser el primero con reservas recuperables de uranio, las mismas que sirven para armas nucleares y reactores de gran potencia. Eso quiere Rusia, eso desea Putin. Le valdría al Kremlin recuperar algo de su poder, tanto económico como territorial, pero sobre todo un mazazo psicológico y estratégico, que los haría ver como el más fuerte de Europa y mirando a la nuca a las naciones más poderosas del planeta.
En una alocución reciente, en la que Putin no reparó en llamar “patio trasero” a Ucrania, como si esta fuera su casa o rancho propio, acusó a Kiev de querer ser la entrada de Europa y con ello a la OTAN, que conllevaría a una supuesta y posible invasión futura. Pero no contento, a amenazado ahora a Finlandia y Suecia a través de su canciller María Zajarova. “Es evidente que la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN, que es principalmente un bloque militar, tendría graves consecuencias militares y políticas que requerirían que nuestro país tome medidas recíprocas”, a señalado Zajarova. En pleno siglo XXI Rusia amenaza como si de una pelea en el recreo se tratara. Solo a una mente retorcida y de tintes Hitlerianos puede ocurrírsele estos entuertos mentales.
No sabemos qué hará la ONU, OTAN o EEUU, aunque con Biden poco se puede esperar. Por ahora, el Consejo de Seguridad ha instado a Rusia con una resolución retirarse de territorio ucraniano. Eso es lo más fuerte que se ha hecho a favor del régimen de Volodímir Zelenski, quien a dicho que “lo ha dejado solo” y que la historia juzgará. Lo cierto es que Rusia con Putin, es jefe de la KGB, está mostrando que es fuerte y que quien se meta con él, ya verá. Ese es el verdadero Putin.