Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima-Perú).
Año 2016, gana en segunda vuelta Pedro Pablo Kuczynski por ajustado margen a Keiko Fujimori. Sus vicepresidentes eran Martín Vizcarra y Mercedes Aráoz. Desde el inicio de su mandato, el partido naranja pone trabas, no aporta en el congreso donde era casi mayoría absoluta, cuestiona todo e incluso salen en grupo a decir que ellos controlan el parlamento. Así, sin ningún reparo.
Luego de un año y 9 meses de mandato, PPK renuncia, pues indultó al expresidente Alberto Fujimori, acción que desencadenó protestas en todo el país. En ese momento, el vicepresidente Vizcarra que estaba en Canadá, viaja a Perú y antes de renunciar con Kuczynski, pummmm, asume la presidencia. Auch.
Vizcarra también es bombardeado por la mayoría fujimorista, así que cierra el congreso, ante el beneplácito de la mayoría de los peruanos. Luego, el nuevo congreso lo investiga y termina vacando por incapacidad moral. Y es Meche Aráoz la que se pone la faja presidencial por unas horas, sin embargo, es Manuel Merino que toma posesión. Y luego de seis días y por presión de los ciudadanos, también renuncia. Y asume funciones presidenciales Francisco Sagasti.
Uno tras otro, los presidentes antes de Castillo, han sido parte del mismo partido o aliados políticos, pero eso no impidió que- al final- el poder ganara a la amistad. Como decía Edmond Thiaudière, “La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. Y aquí esto se hace cada día. No hay interés de estado, no existe, no se hace, no se hará. Lo primero es mi interés particular.
Ahora, luego de perder otra elección, los fujimoristas, celestes y Avanza País con algunos aliados independientes, siguen su confrontación contra el nuevo presidente. Pero lo más curioso es que su propio partido le da la espalda en muchas reformas. Y es que el mismo profesor-presidente ha mencionado varias veces que el partido es una cosa y la presidencia es otra, y que no le debe nada a Cerrón. Uyyyy. Eso es peor que Caín con Abel. Peor.
Con esos amigos, para que enemigos.