Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario.
Desempolvarnos del 2021 puede ser cosa seria. Una pandemia agresiva, que ha golpeado duro, abajo, sin piedad, como un cuento de Poe, sin reservas, oscuro. Desde la ONU, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS, indicó que la pandemia aún nos golpearía, que millones felizmente se han vacunado (no indicando que es África y sur de Asia quienes tienen los porcentajes más bajaos) y que -muy optimista- estamos “cerca de la posibilidad de superar a lo largo del año la fase más aguda de la pandemia, si se afronta con equidad y sin nacionalismos”. Consuelo muy vago.
Elecciones en Sudamérica que dejan dos bandos: derechas ultras, ultraderechas o como deseen llamarles y las izquierdas aquí, en Chile, Argentina, Bolivia. Polos irreconciliables. O eso por lo menos pareciera. La izquierda que se ha vuelto el propio enemigo en sus administraciones, tanto en la pampa gaucha como en el altiplano y la franja rojiblanca, todos peleando y quebrándose. Esto la derecha lo toma como una batalla ganada y deja espacio para preguntar si estamos preparados para cambios radicales. Quizá Chile con Gabriel Boric pueda darle vuelta de tuerca y dejar bien parado a los compañeros y camaradas.
Lo visto en cuanto a los cambios mundiales poco deja para tener salvoconducto. Y es que las emanaciones de gases, la interminable guerra Israelí-Palestina, la toma de los fundamentalistas en Afganistán, el retiro de tropas en países africanos dejándolos a su suerte, la cada vez peor e insostenible situación de Siria y Haití, este último país con un presidente y familia asesinados por mercenarios y una Cuba cada vez más sola. Venezuela es una lágrima, con casi 5 millones de llaneros fuera de su país, los mismos que han engrosado la estadística poblacional sobre todo en Colombia, Perú y Ecuador.
China, Rusia, EEUU y la Comunidad Europea no han llegado a acuerdos sólidos con respecto al asunto climático. Solo pequeñas migajas para bonos de carbono, medidas paliativas para el plástico, el sobre uso de recursos y el cambio a tecnologías reutilizables y ecológicas no dan frutos que sean sustentables, sostenibles y que generen el cambio que esta y las generaciones futuras merecen. Parece que Greta hizo su cuota, pero poca al final.
No sé si seguiremos con la mascarilla mucho tiempo más, pero ya cansa. Los únicos que se han beneficiado son los laboratorios y farmacéuticas multinacionales, que han engrosado sus arcas. Creo que, por primera vez en 30 años, han ganado más que los narcos y armamentistas. Creo que sí.