Escribe Armando Miño Rivera, Periodista independiente y docente universitario.
Cambiaré un poco el tono… también el color de la columna, solo por hoy. El Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú cumple 160 años de servicio ininterrumpido, sin un corte, sin plazos medios. Un voluntariado que va más allá de parecer o creer que es un club social, un lugar de encuentro de amigos, un espacio donde los camaradas se van a pasar una tarde tranquilos. Lejos está ese concepto. Los bomberos en Perú somos los únicos que trabajamos y servimos las 24 horas del día, 365 días del año sin sueldo, sin remuneración, sin un centavo en el bolsillo por parte del Estado y quizá se pregunten ¿por qué lo hacen?
Servicio y mística. Suena más o menos a poema. Pero no lo es. Los hombres de rojo, por nuestro uniforme del color característico bermellón, salimos a cada emergencia pensando en salvar vidas, en rescatar, en apagar incendios, en ayudar, solo ayudar. Eso nos mueve. Es verdad que en ese interín la vida -muchas veces- pende de un hilo, que hay y habrá dificultades que en muchas ocasiones no podemos controlar, que escapan a nuestras manos. Sin embargo, eso no impide que al sonar la sirena salgamos despedidos cual cohete hacia el espacio, para acudir a la emergencia. Hay algo de adrenalina también, indudablemente, pero siempre vamos pensando en las posibilidades varias en que se encontrará el hecho (fortuito o no, generado, apropósito o casual) al que nos dirigimos. Hay mil formas las que toma una misma emergencia, ninguna es igual a la anterior.
Ser bombero nos llena de orgullo, pero hay que prepararse. El camino toma años para ser acogido en las líneas bomberiles, es arduo: Estudio, ejercicio, servicio, horas de sueño, trabajo en equipo, dolor y sacrificios. En media, de cada 15 postulantes apenas dos se gradúan como bomberos. El camino es bastante duro, definitivamente.
Otro lado de la moneda es el apoyo. Al ser voluntarios, el estado destina ínfimos presupuestos para equipos, herramientas, vehículos, reparación y mantenimiento de los mismos, construcción de bases, alimentación, requerimientos varios que nos permiten realizar nuestro trabajo, por ello cada bombero viene con su “presupuesto particular”, para suplir esas necesidades. Terminamos comprando hasta el traje con el que salimos a cada emergencia. Una realidad que algunos ven y otros prefieren no mirar.
Así y todo, ser bombero es el mayor logro para todos quienes vestimos el uniforme rojo. Para nosotros no es solo ser parte de una historia rica, llena de héroes y sacrificios, es servir, dar, entregar nuestra vida, porque para eso hemos sido llamados: Servir. Este 5 de diciembre confundámonos en un abrazo enorme. Felicidades bomberos peruanos.