MIRANDA (cuento)

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Óscar André Miño Uriarte, escritor. (Lima – Perú).

Miranda Rivera, mi amiga de la infancia, se ha vuelto la más popular del colegio, tanto es así que hasta los profesores se ponen nerviosos cuando ella se acerca para entregar la tarea. No puedo decir que ella sea la Miss Universo de México, pero de verdad es muy linda, decidir eso me demoró mucho tiempo, a pesar de conocerla desde el kínder.

Ahora estamos en cuarto grado, Miranda se ha vuelto más hermosa que ayer, no miento. Su cabello negro y lacio, su piel blanca como la nieve, sus ojos púrpuras y esos labios pequeños y rosados… está claro el por qué la aman.

Creo que no me presente, mi nombre es Claudia Tecna, vivo en Puebla y soy vecina de un hombre gordo adicto a la Coca Cola. Conozco a Miranda desde la infancia, aunque creo que eso ya lo dije. No tengo mucho tiempo antes de que las cosas pasen, si alguien encuentra esta confesión, por decirlo así, espero que lo trate con la seriedad que merece.

Todo pasó durante el curso de verano en la escuela, específicamente en natación. Miranda como siempre luciendo su delgado y hermoso cuerpo cual flor en el campo. Pero había algo que no me gustaba, sonará loco y supersticioso, pero cada día que pasa Miranda se vuelve más linda de lo que ya es. Además, ¿soy yo o sus labios son más rojos que antes? A veces ella me mira cuando la miro, una vez me pregunto si era lesbiana, pues claro que no lo soy.

Ese día, cuatro de abril, cuando estábamos descansando, Raúl Torres, un joven un año menor que nosotras, le habló a Miranda, hasta allí todo bien, la cosa empezó cuando ella le susurró algo al oído y este se quedó mirándola como si dijera ‘¿hablas en serio?’ Vi como ambos pasaban a retirarse sin que los otros lo notasen, salvo yo. Decidí seguirlos, la verdad es que ya me imaginaba lo que pasaría, peor igual quería ver. Ellos se fueron por detrás de los robles cercanos, era su ambiente privado, otras veces había visto a Miranda irse por allí, pero hasta ahora no tuve el valor para seguirle. Corrí detrás de ellos con cuidado de no ser vista y vi que Miranda llevaba a Raúl hasta un claro en el bosque, fue así que me di cuenta de que algo malo pasaba. Entonces sucedió lo esperado, empezaron a besarse, Raúl era el líder allí. Seguro pensarán que soy una pervertida y chismosa, pero les aseguro que me hubiera gustado no haber visto eso nunca.

Noté el momento en que las cosas se pusieron ardientes, Raúl se quita el short y Miranda se quita el bañador quedando desnuda. Pude ver sus senos, medianos, pero atrayentes. Vi como Raúl las masajeó hasta morderlas… no detallaré, solo diré que tuvieron sexo hasta… hasta que esa cosa ocurrió. No sé qué fue lo que pasó, pero parpadeo y los besos en el cuello que Miranda le daban se convirtieron en mordiscos, pero no de esos lascivos, sino mordiscos de perro, que te sacan la mugre. Lo más raro era que Raúl no gritaba, él solo gemía y era porque su miembro estaba metido en ya saben dónde. Pero Miranda seguía mordiendo, chupando la sangre con esos… colmillos de cocodrilo y esos ojos luminosos. Para cuando Raúl dejó de moverse, ella había alzado la cabeza, su boca llena de sangre goteante, sus colmillos y sus ojos rojos. Sonará cliché, lo sé, pero es la verdad.

– ¿Te gusta lo que ves Claudia?

Fue lo que me dijo cuando se relamió los labios y se metió uno de esos delgados dedos que parecían garras. Yo hice lo más obvio, echar a correr.

Desde ese día no volví a ver a Miranda en la escuela durante los talleres, cosa que me trajo problemas, resulta que uno de los fans de Miranda me había visto cuando seguía a mi compañera, dudo que haya visto lo que yo porque no comentó nada de la escena sexual, pero si me tomó fotos para hacer memes estúpidos. De repente todos eran mis enemigos, pero no solo por el meme, sino que unos días después se publicaron unos mensajes diciendo que yo le había humillado en un momento privado y por eso Raúl ya no la quiere más y huyó. Esas simples palabras hicieron que todos me vieran con mala cara. Entonces decidí hacer algo que nunca me hubiera propuesto, les conté lo que vi en ese bosque. Obvio que no me creyeron y me ridiculizaron, pero eso ahora no es problema, el director ya arregló las cosas.

El tema de Miranda no terminó en mi vida, puesto que ahora estoy escribiendo mientras Miranda toca mi puerta persistentemente pidiéndome entrar.

– Oh Claudia, sal un momento para platicar. Tus padres no nos molestarán, ya me encargué de ellos.

Miranda Rivera esperaba al otro lado de la puerta con una palanca en la mano de cuya punta goteaba sangre. No dejó de tocar hasta que Claudia al fin le abrió y encontró a su amiga con el labio pintado de rojo sangre.

– Hay que hablar.

Fue lo que dijo antes de abrir su boca y mostrar sus colmillos.