Hora de la Medicina (Cuento)

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Óscar André Miño Uriarte, escritor. (Lima – Perú)

Sobre el autor

Tenemos en casa a un nuevo columnista, desde Perú un joven literato nos acompañará cada quince días. Óscar André Miño Uriarte, con apenas 17 años, acaba de publicar «Las pesadillas de Nick», su opera prima.

Con un halo de misterio, «Las pesadillas de Nick», nos narra la historia de un estudiante con pesadillas recurrentes, cuya vida está a punto de cambiar, pues al parecer no son simples sueños. En el camino de la novela, el autor nos muestra la enorme incidencia que pueden tener otros mundos en el “mundo real”, todo a través de una narración precisa, fluida y llena de imaginación.

El autor nos cuenta que empezó a relatar historias a los ocho años, siempre antes de dormir, echado sobre su cama. Todas surgían de su vasta imaginación, y era su hermano menor quien gozaba por primera vez de ellas. Ya a los 13 años emprende su aventura, la de escribir historias de terror y suspenso.

Su literatura se nutre de las obras de grandes autores como Edgar Allan Poe, Joe Hill, Neil Gaiman, Junji Ito y su favorito, Stephen King. Según sus palabras, trata de crear un nuevo mundo de terror, donde se combinan el suspenso, horror, fusionar de manera más íntima relatos e historias cotidianas.

Hora de la Medicina

Alison tiene 72 años, ya está muy desgastada y en unos cuantos años partirá a la casa del padre. Su médico, un hombre de 37 años de edad, muy amable, siempre le traía la medicina cuando la necesitaba. Pero, esa era la peor parte para Alison, ya que la forma de copear su medicina es por medio de agujas y ella detesta eso. Las agujas siempre le dieron pánico. Cada ocho horas, sin falta, puede oír la voz de su médico.

-Es hora de la medicina Alison.

Y ella en su cabeza echa un grito de pánico combinado con llanto, pero nunca tuvo las fuerzas necesarias para evadirlo. Además, según el médico, si no toma la medicina, cosas malas pueden pasarle. Él es muy claro con eso, siempre ha dicho que nunca faltará a su trabajo, que lo cumplirá hasta que las fuerzas se le acaben.

Pasaron así los días, Alison se sentía mucho mejor gracias a la medicina, pero el dolor como efecto secundario no era para nada lindo. Pasó que, en el día cuarto de febrero, se publicó la noticia de un accidente automovilístico en la Panamericana Sur, dejando tres muertos y cinco heridos, uno de estos muertos era el médico de 37 años que atendía a Alison. Ella logró enterarse por la televisión y en vez de desanimarse, una alegría tremenda vino a su alma. El hospital encargado tuvo que mandar un reemplazo, esta vez a una mujer de 52 años, mexicana, llamada Silvia. Ella, sí que cumplía las expectativas de Alison: nada de agujas. La medicina se la daba en pequeñas cápsulas transparentes que además sabían muy bien en el paladar. Se respetaba el horario de cada ocho horas y el tratamiento necesario. Alison no podía estar más feliz. Sin embargo, la línea se torció.

La noche del veinte de febrero, Alison despertó en su cama, no por una pesadilla o por el insomnio, sino por algo más. El ruido de la puerta cerrándose, alguien había entrado. Ese alguien se estaba acercando, lo primero que pensó fue en un ladrón, cosa que no le preocupaba mucho, ya que, si se llevaban sus cosas de valor, no pasaría nada, ella ya no las necesitaba. Pero ¿y si no fuera un ladrón si no otra cosa? Eso la desconcertó mucho. Ese alguien seguía avanzando.

-Alison.

Le llamó ese alguien, la conocía.

-Oh Alison.

Vuelve a llamar desde el pasillo. La puerta de su cuarto estaba abierta por el calor de verano.

-Alison. Vuelve a decir ese alguien.

Un escalofrío cruza por su espalda. No podía moverse, hacía tiempo que no se movía bien, apenas y podía ir al baño sola. Ese alguien empuja la puerta con suavidad, Alison parpadea y ante ella ve a la figura intrusa de un hombre en bata, con una valija a su lado y en la mano una jeringa.

-Es hora de la medicina Alison.