Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima – Perú).
Un niño de la mano de su padre sube al micro, se sienta, pagan su pasaje, sacan una bebida, se la toman, abren la ventana y arrojan la botellita, como si fuera el aire y la pista un basurero general, natural, común. El padre no dice nada, en el bus ninguna voz se escucha reclamando. Ese niño lo ha hecho y su padre no dice ni pío, evidentemente ese papá también lo hace y consiente el hecho. Es algo común.
Una señora, muy pulcra ella, camina con su perro en un centro comercial. Muy pet freindly, el megacentro deja que los animalitos, cual púberes sueltos en plaza, huelan, rasquen, caminen, se soben y orinen y caguen en pleno pasadizo. El olor es insoportable, la vista ni hablar. La señora no puede levantar tamaño regalito y los de limpieza deben hacer el trabajo sucio. Literal. Claro, el animalito no tiene raciocinio, el hombre sí, pero parece que ahora todo debe ser políticamente correcto, alineándonos a todo, sin pensar, sin usar la lógica. Total, es una animalito (los dos). Ojo, en la calle pasa lo mismo, con el adicional que no lo recoger y si pisas ya sabes que te vas perfumado. Todo por ser amigo de los de cuatro patas.
Puedo seguir con una lista de 10 páginas con ejemplos de involución humana, entropía vivencial y pura. Miles estamos hartos de estos actos llamados “evolución amigable”, “ser más consciente”, “más amable con el entorno”, todo sin pensar, sin lógica, sin pautas claras y menos en pro de los ciudadanos que deseamos vivir en paz. Y ojo, no es de este bendito país el problema, es en todo el mundo, o la mayoría. Se ha caído en un espiral de aceptar todo por darle ganas y gracia a un grupito, para que los demás no te vean como el que es inhumano, no progre, no políticamente correcto y por lo tanto menos ser humano. Cuando la realidad dice que cada cosa tiene su espacio, sitio, razón, que se debe andar con mayor cordura. Todo se da en un ambiente hostil, pues si no sigues la corriente eres intolerante, patán, ruin. Head over heels.
El respeto, el espacio común, la convivencia pacífica, el caminar y sentirse en libertad, pero con normas ya casi no existe. Cada cual hace y dice lo que venga en gana, mi libertad de expresión así lo dicta. O mi parecer, así sea grotesco, mejor dicho. ¿Qué ha sucedido para que involucionemos de esta manera, para que nos parezcamos más a una ameba, ser sin cerebro y de movimiento rastrero? Pues la respuesta está en un cúmulo de derechos y deberes trastocados, a políticas abrasivas de parte de partidos que desean que rebaño ya no solo los siga, si no que no piense, no razone, no indague. Muchos ven la demostración palpable de lo que se sugiere en la incesante aparición de ‘modas’ extrañas e inexplicables (‘balconing’, por ejemplo) de las que sólo tenemos noticias cuando los que las practican cuelgan las filmaciones de sus hazañas en la red. ¿Estamos ante la prueba de los seres humanos se hunden irremediablemente en un abismo de estupidez? ¿Son sólo ejemplos anecdóticos que no demuestran nada?