Escribe Armando Miño Rivera, Periodista Independiente y Docente Universitario (Lima – Perú).
Primer capítulo: un profesor de una provincia lejana del país se alinea con un político de dudosa carrera, con procesos abiertos. El profesor y el político de dudosa reputación pasan la primera vuelta y en una llegada de fotografía gana en segunda vuelta las elecciones presidenciales. Golpe en las apuestas.
Segundo acto: el presidente profesor promete combatir la corrupción y hacer de este país el mejor de la región, y si es posible, del mundo. Muchos le creen, se inclinan ante el exdirigente del Sutep, miles de docentes confían, lo apoyan, vitorean. Les vende cebo de culebra y se frotan con gusto.
Tercer acto: se empieza a sentir el desgobierno. Las vacunas escasean, los alimentos sufren alzas escalonadas, el combustible se dispara, el gas por las nubes. Falta urea para los cultivos y un secretario con dinero debajo de su escritorio palaciego fuga. Hay marchas tibias. El presidente chotano no quiere ver más a los medios y los llama corruptos y liberales.
Cuarto acto: los gabinetes van y vienen, los ministros duran 48 horas, días, son cesados vía Twitter, otros fugan y algunos se entornillan en los ministerios. Un escudero con nombre de héroe griego apaña y pone pecho. Su bancada se quiebra en el parlamento, pero siguen defendiendo el desgobierno. El único que no ve nada es el profesor presidente.
Último acto: luego de un año de pésimo gobierno, el profesor gobernante, que está aprendiendo a ser presidente con el dinero de los contribuyentes, se presenta en el congreso para su mensaje. Durante 25 minutos se victimiza, acusa que los medios de comunicación, la derecha, la oligarquía y otros entes demoníacos lo quieren fuera, porque él es buenito, humilde, provinciano. Luego suelta datos increíbles, arguyendo que es artífice de que haya menos pobres, más trabajo, mayor poder adquisitivo, que la corrupción es casi nula, que su gobierno es pulcro, limpio, pío.
Nota adicional: el único cuento es que no es cuento, es verdad. No hay gobierno, no existe autocrítica, no tenemos rumbo, sin plan, sin proyección. Solo desazón de casi todos los peruanos. No existe una moraleja, ninguna.