Marx es inocente

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Escribe Rodrigo Larraín, Sociólogo y académico UCEN.

A comienzos de los 90, Alvin Toffler declaraba que el capitalismo había triunfado, pero este autor era una mezcla de futurólogo y de ensayista enamorado de ideas adaptativas a un nuevo capitalismo más tecnológico, cuando despuntaba el internet, por lo que pronosticó una 3ra ola centrada en los servicios. Obviamente, Toffler acertó. Como sus textos vendían bien entre ingenieros comerciales y administradores de variado tipo, se pensó que era una moda, como tantas de esos años; así que los sociólogos y cientistas políticos leíamos a otros teóricos, como Rudolf Bahro o Adam Przeworsky, más tarde Fukuyama o, con mucha tristeza más tarde, a Ludolfo Paramio que escribió “Después del diluvio”. Era tan difícil de aceptar el fin de una época, la de la Guerra Fría.

¿Qué es lo que estaba pasando? Que el socialismo real se caía a pedazos y nadie lo quería creer. El más premonitorio fue Alain Touraine que en 1981, con motivo del Congreso de Sociología en Santiago, afirmó que la Unión Soviética se terminaría pronto. Un importante grupo de intelectuales trataban de ordenar acontecimientos que se veían como imposibles de suceder en la órbita soviética. La verdad es que pocos años después de la revolución Rusa varios personeros socialistas impugnaron la versión leninista de la obra de Marx, lo que se denominó el “marxismo oriental”, al cual se le consideró incapaz de instalar un régimen verdaderamente socialista. Pero esta era una lucha al interior de un colectivo endogámico de marxistas en la línea leninista. En esos debates había, por supuesto, leninistas, troskistas y disidentes de partidos que todos se denominaban comunistas, más tarde stalinistas y antiestalinistas, maoístas, hasta desembocar en el eurocomunismo, no sin antes haber surgido una variedad asombrosa de grupos y facciones hasta el retorcimiento más inverosímil de los argumentos, ya completamente alejados de Marx e incluso de Lenin.

Fue durante los 60 cuando otra crítica al leninismo sale a las calles desde los gabinetes académicos. Marcuse y otros herederos de la Escuela de Frankfurt, habían exhibido análisis de lo que ocurría en el mundo con otra clase de marxismo, el occidental, enriquecido con aportes de intelectuales como Hegel y Weber, entre otros, Había muchos debates abiertos, el comunismo y la democracia, el humanismo, los derechos humanos etc.

Debates inesquivables e imposibles de justificara a no ser que se culpe a aislamientos, bloqueos, persecuciones y otras estratagemas. Era una tenaz crítica a cómo se había instalado el socialismo –el socialismo real– el que fue defendido férreamente por el mundo soviético y sus partidarios; denominando a los críticos “herejes y renegados”; esas críticas tuvieron su oportunidad en los 60 en varios países, se miró con simpatía a la Revolución Cubana, pero el rumbo que siguió ese proceso y su alineación en la guerra fría cerró las expectativas. Y fue la única interpretación de las ideas de Marx, vía Lenín y seguidores se impuso. Otras versiones quedaron recluidas en las aulas académicas, si bien progresivamente adquirieron más relieve, no generaron ningún proceso transformador.

No sólo las ideas políticas estaban anquilosadas, también las económicas; muchos fueron los que llamaban al modelo económico socialista como capitalismo de Estado. ¡Y se cayó el muro! y se acabó la utopía, deformada, perversa y cruel, destructora de sus hijos, irreconocible respecto de Marx, muchos hasta hoy reconocían sus características modernizadoras, como serían la democracia directa, el valor de lo popular, la industrialización, el fin del hambre y la explotación del hombre por el hombre. Pero “la tierra no fue el paraíso de toda la humanidad”. Y así las banderas de justicia y libertad fueron tomadas por otros que no tienen propuesta de cambio social ninguna, menos de revolución. Acciones algo anarquistas, un lenguaje grandilocuente y símbolos que no superarán el marxismo oriental o leninismo, menos los reenviará a Marx para hacer un trabajo intelectual que en casi 100 años nadie ha hecho, porque a pesar de sus ganosos discípulos, Marx es inocente.