Escriben Mariela Soto Estudiante Tercer Año Administración Pública y Héctor Bahamonde Académico Instituto de Ciencias Sociales, Universidad de O’Higgins.
Existen dos momentos en las campañas electorales. Al principio, los candidatos apelan a los segmentos más ideológicos de la sociedad. Después la estrategia cambia y es necesario conquistar el voto de los sectores más moderados.
Hoy nos referiremos al primer momento. En específico, abordaremos el uso político del concepto “totalitario”. El concepto está muy bien definido hace mucho tiempo por la ciencia política. Juan Linz, famoso politólogo español, definió el “totalitarismo” como un sistema donde la legitimidad de las instituciones está mediada por un solo actor. Es decir, no existe una división efectiva de poderes (Ejecutivo, Legislativo, Judicial). Además, se permite sólo una ideología y la participación ciudadana sólo a través de las opciones provistas por el gobierno. Esto fue lo que ocurrió en la Alemania Nazi con las juventudes hitlerianas, que era una de las pocas formas de participación para los jóvenes.
El 15 de agosto de 2020 el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, explicó en una entrevista a “El Mercurio” que su posible contrincante, Daniel Jadue (alcalde de la comuna de Recoleta y militante del PC) era “un totalitarista”. Independiente de la opinión que cada uno pueda tener acerca de los candidatos en cuestión, Jadue no es un totalitarista. Es más, dista mucho de ser uno, ya que no cumple con ninguna de las condiciones conceptuales antes mencionadas: seguirán existiendo otras ideologías (incluso la de Kast), seguiría existiendo la posibilidad de representación efectiva de otros sectores políticos (como el de Kast), y no existiría un sólo canal permitido para la participación ciudadana.
Para nosotros, ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes, entendemos los incentivos que los candidatos tienen de radicalizar el tono de la discusión. Entendemos también que puedan existir distintos “estilos” de hacer política, pero nada de eso puede ser a costa de tergiversar la realidad. Y menos aún, para confundir al electorado. Nos merecemos más que eso. Consideramos que es irresponsable de parte de las autoridades políticas que naveguen la incertidumbre de las campañas usando tipologías inadecuadamente, dado que ellos son los principales representantes de los ciudadanos.
El foco era obviamente la denostación pública. Pero nos merecemos más que eso. En ambas fases de las campañas, el foco debiera ser la política pública. No la palabrería barata.