Al país llegó en 2017, pero en febrero pasado fue detectada oficialmente en la sexta región, zona eminentemente frutícola. En la Universidad de O’Higgins investigan el tema y están capacitando a los productores en su mitigación.

Una ingrata invitada merodea por los huertos frutícolas chilenos desde 2017 y en febrero pasado, por primera vez, detectada en la zona central. Se trata de la Drosophila suzukii, más conocida como la mosca de alas manchadas, un insecto que por sus hábitos de alimentación podría ser una gran amenaza para la producción frutícola chilena, especialmente en especies de gran relevancia económica, como las cerezas, los arándanos, las frambuesas y otros berries.

“A diferencia de otras moscas, como la del vinagre, que se alimentan de la fruta sobre-madura, caída o en estado de fermentación, la Drosophila daña el fruto que empieza a madurar en el árbol, desde que cambia de color. Lo perfora, coloca sus huevos y luego las larvas se alimentan del fruto, lo que provoca daños productivos muy altos”, explica Paula Irles, investigadora del Instituto de Ciencias Agronómicas y Veterinarias de la Universidad de O’Higgins. La investigadora lidera un proyecto para capacitar a los productores en la contención de la plaga, y su financiamiento se obtuvo a través del Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC) del Gobierno Regional de O’Higgins, con el apoyo de su Consejo Regional y enmarcado en la Estrategia Regional de Innovación.

El impacto

La variedad de frutas amenazadas es amplia, claro que con algunas características específicas. “Es muy polífaga, le gustan muchos tipos de fruta, en especial los berries, la fruta de pulpa suave, tierna y de piel delgada, tales como cerezos, arándanos, ciruelos. Con la llegada de esta plaga, la fruticultura chilena podría estar expuesta a daños muy grandes”, señala Irles.

En la temporada pasada la cereza se transformó en la segunda fruta más exportada, detrás de la uva de mesa, con envíos en volumen de 184.873 toneladas y retornos por US$1.028.579, de acuerdo a datos de Odepa. El rubro ha tenido una expansión explosiva en los últimos 15 años, si se considera que en 2003 la cereza figuraba en el quinto lugar en exportaciones, con US$50 millones.

La mosca, que apareció hace dos años, se fue acercando a la zona central y en febrero pasado fue detectada en la Región de O’Higgins, zona donde la cereza tiene gran importancia. “Tuvimos diferentes detecciones en las zonas de Chimbarongo, Rengo, Placilla y San Fernando”, cuenta Isidora Meléndez, investigadora del SAG.

Actualmente la Drosophila suzukii es una plaga presente con distribución restringida, por lo que no existe un control obligatorio. “Nosotros notificamos al productor o al packing, entregamos datos y afiches. Explicamos cómo se comporta y les proponemos medidas de mitigación, pero con carácter de proposición”, agrega Meléndez.

Esta mosca es nativa de Asia y en el 2008 se expandió a California y Europa.

Las pérdidas productivas provocadas sin ningún tipo de manejo pueden llegar al 80% e incluso el 100% En Holanda se reportaron pérdidas de un 100% para la cosecha de cerezas de variedades tardías en 2014, debido a que la plaga no fue identificada a tiempo. En el sur de España esa cifra, también para cerezas, ha llegado al 50%.

El proyecto

Para resolverlo, el proyecto de la U. de O’Higgins busca crear un sistema integral de manejo autónomo de la plaga por parte del productor, para lo cual se han realizado jornadas de difusión y capacitación, además de transferencia de herramientas de manejo integrado de plagas. “La información obtenida en el proyecto es única y original, dado el desconocimiento existente sobre el comportamiento de la plaga en el país, y en especial en la zona central, por su reciente llegada”, indica la coordinadora del proyecto.

“La idea es mitigar el impacto en base al conocimiento de lo que pasó en otros lugares, para lo cual hemos trabajado con el SAG; con el Centro de Estudios Avanzados de Fruticultura, el Centro de Evaluación Rosario; y con el investigador holandés Herman Helsen, entomólogo frutal de Wageningen Plant Research,”, explica Irles.

“Lo que se vio en países donde hubo estragos es que ahora la saben manejar sin mayores problemas. Por eso buscamos informar, capacitar y preparar a la región para enfrentarla cuando la plaga esté establecida y con una densidad que pueda preocupar”, agrega.

Las jornadas de capacitación son teórico prácticas, ya que se le enseña al productor el conocimiento disponible sobre la plaga, pero a la vez se lo capacita para detectar las moscas en sus predios y actuar para contenerlas.

“Nos interesa que el productor pueda identificar la plaga con un kit que tiene una lupa y una trampa, para que ellos mismos hagan el auto diagnóstico, ya que el SAG declaró que es una plaga que se va a establecer, que no se va a erradicar, y cuyo control no será obligatorio, o sea que el productor tiene que hacerse cargo de su manejo”, agrega Irles.