Chile vive hoy el momento más importante de su historia, la encrucijada moral para de una vez por todas dar el salto al desarrollo y al futuro, pero con zapatillas de tenis nuevas y reforzadas en sus costuras y no con los pies de barro como fue cimentando su riqueza sobre la desigualdad y angustia de sus habitantes.

(Cristián Ibarra Ibáñez).- Hace unos años el autor Tom Clancy daba a conocer al público su best seller “The Sum of All Fears” (La suma de todos los miedos) alcanzando éxito mundial con la versión llevada al cine el año 2002, con la destacada actuación de Morgan Freeman y Ben Afleck.

Tanto en la novela como en la cinta, Clancy personifica en Jack Ryan (legendario personaje del autor) a un alto funcionario de inteligencia. «Ha concebido un plan de paz para Medio Oriente. Pero hay quienes han invertido demasiada sangre en el interminable conflicto. Aislado en el nuevo orden mundial, un grupo de terroristas juega su última carta, y lo impensable se vuelve realidad…»

Parafraseando el título del libro y – afortunadamente – sin guardar proporción alguna con un hipotético apocalípsis nuclear; lo ocurrido en Chile a partir del viernes 18 de Octubre, LA SUMA DE TODAS LAS RABIAS viene a manifestarse en la expresión del estallido social no por 30 monedas de alza en el Metro de Santiago (ni como las 30 monedas dadas a Judas por traicionar a su maestro), sino más que nada que fue la chispa que faltaba para encender la hoguera de más de 30 años de injusticia y sordera por parte de las autoridades políticas, y muy especialmente en plena democracia, responsables de gobernar y lograr acuerdos en “la medida de lo posible”, manteniendo con ello el statu quo, granjerías y privilegios de quienes como al becerro de oro, adoraban al modelo neoliberal, impuesto en Chile a fines de los 70 y que se profundizó durante los 80.

Nuestro país se constituyó seguidamente durante 50 años en la probeta carnal de experimentos políticos y sociales sin parangón en la historia moderna de la humanidad. La primera elección democrática de un presidente socialista, para continuar con un intervalo de plomo y sangre, dando paso a la implantación de la más plena expresión del capitalismo a través de sus agentes de la Universidad de Chicago.

LA SUMA DE TODAS LAS RABIAS es la expresión genuina del descontento popular y que patentemente desde el inicio de las movilizaciones hace ya un mes, con el llamado a evadir el alza del Metro por parte de los estudiantes capitalinos vino a consolidarse como el más fiero, decidido y comprometido movimiento social de inicios de este siglo XXI.

LA SUMA DE TODAS LAS RABIAS se consolidó por cierto durante años, con la falta de justicia y equidad social; con el robo sistemático del patrimonio del Estado por parte de los saqueadores (parientes o amigos de los gobernantes de turno); con el hurto sistemático de los ahorros previsionales de los trabajadores y sus familias, que ven ahora 30 años después de implantado el modelo que al momento de jubilar y de constituirse aquello en un momento de alegría y descanso, todo aquello no fue más que una mentira y una quimera.

La salud y la educación privatizada, otorgada con todos sus privilegios a la administración del mejor postor y a quien tenga el dinero para pagarlas; las constantes y periódicas alzas en los servicios, como la energía, el gas, los combustibles, el agua potable, donde nuestro país es el único en el mundo que se da el gusto de privatizarla otorgando “derechos” a perpetuidad para las generadoras eléctricas, y para lo que es más patético aún: sólo para asegurar el regadío de hectáreas de paltos y aguacates.

Chile, otrora “copia feliz del edén”, la verdad es que nunca lo ha sido. Si es que acaso alcanzó en algún momento a ser “un oasis” de tranquilidad en el barrio sudamericano, como esbozó algún politiquero atemporal, el mismo que dramáticamente unas horas después declaró la guerra a un enemigo existente sólo un su intergaláctica visión familiar.

Claro, posiblemente para ellos lo haya sido, sobre todo en la manera que algunos fueron desangrando cuan sanguijuelas insaciables los recursos del país, financiando sus respectivos partidos y privilegios parlamentarios en curules tibios de ineptitud y corruptela; llegando a acuerdos con los barones del empresariado para no dañar sus intereses y prebendas, a cambio de un “raspado de olla” como tan dignamente mencionó un honorabilísimo senador.

Chile vive hoy el momento más importante de su historia, la encrucijada moral para de una vez por todas dar el salto al desarrollo y al futuro, pero con zapatillas de tenis nuevas y reforzadas en sus costuras y no con los pies de barro como fue cimentando su riqueza sobre la desigualdad y angustia de sus habitantes.

Nuestro país es por estos días un terremoto impredecible, un movimiento telúrico propio de la geografía que ocupamos en el mundo, y en donde pareciera que todos los volcanes en su territorio se hubieran coordinado para vomitar la injusta lava de la memoria patria.

Porque aun así y como mil veces lo hemos hecho, una vez más nos levantaremos del escombro y la ceniza; de la inequidad y la ignorancia; de la ambición y la codicia.

Chile despertó, y despertó de esta larga modorra en que estuvo convaleciente, aletargado por las promesas y las palabras insensatas de aquellos que se burlaron del pueblo angustiado y oprimido; el cual debía levantarse más temprano para tener un beneficio y llegar con flores a casa, en lugar de asegurar un plato de comida a sus familias; o los niños ir a tirar una moneda a las piletas de palacio para que después las recogiera el regente de turno.

Chile ya no será el mismo, y a través de LA SUMA DE TODAS LAS RABIAS, no fueron las autoridades las que le dieron este pasaje a la historia, fue el propio pueblo alzado en su conciencia y su futuro el que decidió darse su propia Revolución de Octubre, en medio de las flores de todos los colores y la más fértil de las primaveras.