Escribe Uwe Rohwedder, Director de Arquitectura y Arquitectura del Paisaje, Universidad Central.
Se ha abierto un interesante debate en torno a las escuelas de arquitectura y la forma de abordar el Taller, instancia que suele ser el pilar en la formación de un arquitecto.
Como académico y director de carrera lamento tener que reconocer que las afirmaciones de sobrecarga son ciertas y lo que más preocupa es la aceptación de una comunidad que lo ve como normal. Claramente no es necesario ni menos normal; puede darse más bien por falta de coordinación, calendarizaciones mal hechas, entendiendo que los procesos creativos no terminan nunca, aún entregados los proyectos o propuestas. La petición de los estudiantes para revisar y cambiar estos procesos es válida y nos responsabiliza a los que debemos tomar las acciones pertinentes.
Existen hoy herramientas pedagógicas ineludibles. Entender escenarios de inteligencias diferentes, junto a la vieja esperanza de integrar materias para evitar estos episodios estresantes. Revisar en forma permanente el trabajo que se debe hacer fuera del aula y saber dimensionarlo en tiempo efectivo es fundamental. Siempre se producirá un margen de error, porque los procesos de maduración sobre tomar decisiones son diferentes en las personas.
La mejor manera de evitar episodios de estrés es lograr una motivación personal de manera que el trabajar en el proyecto sea a partir de una pasión por hacerlo bien y de comprender los aprendizajes o competencias adquiridas. Muchas veces la magia de lograr algo -a veces inesperado- regala tiempo sin darse cuenta. No debe ser tedioso ni una ‘tortura’ el poder entregar un proyecto.