El rol de los padres en el Cyberbullying

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Escribe Alejandra Morales Arias, Directora del Área Educación Santo Tomás Rancagua.

La tecnología nos ha llevado a un terreno maravilloso de comunicación e información instantánea, de conocimiento e interactividad. Pero como muchos avances de la ciencia, estas mismas fortalezas pueden albergar grandes vicios.

Para los que somos padres y educadores en estos tiempos, una  de las peores derivaciones de esta nueva forma despersonalizada de comunicación es el Ciberbullying, entendido como el uso de los medios digitales para ejercer acoso psicológico entre iguales. Este nuevo tipo de agresión puede suceder en todas las edades, pero para que el concepto aplique como tal, debe ocurrir entre menores de edad.

Según el estudio sobre hábitos seguros en el uso de las TIC´S por los menores publicado por el INTECO en marzo de 2009, el ciberbullying se define como acoso entre iguales en el entorno tecnológico e incluye actuaciones de chantaje, vejaciones e insultos de niños a otros niños.

Diez años después de esta publicación, el uso de las redes sociales se ha disparado masivamente junto con la naturalización del uso del celular desde los primeros meses de vida. Por tanto, el tipo de comunicación  a distancia y la estrecha relación que tenemos con la pantalla y no con otros seres humanos, es un hecho común y cotidiano. Asimismo, tenemos la nueva forma de entretención que hoy alivia a los padres como un método casi hipnótico e instantáneo para lograr la calma: el teléfono móvil.

Probablemente nuestra reacción inicial es culpar al adolescente que utiliza estas herramientas con tan poca autorregulación, pero la realidad tiene otro trasfondo: hay adultos detrás de estas conductas que han ejercido una baja o nula supervisión del uso de los elementos tecnológicos, partiendo por el hecho de permitir el uso de redes sociales a cortos años, saltando inclusive las propias normativas de estas redes. Mentir por internet se ha vuelto común para beneficios personales.

Probable y tristemente esto irá en aumento, ya que cada día el mal uso del internet con noticias falsas, descalificaciones abiertas por política, valores o tendencias, memes que cubren la agresión con la comicidad, se han vuelto aceptados socialmente, tales como otras tan cercanas a nuestra vida cotidiana: saludos de cumpleaños online en vez de visitas, llenar perfiles con fotos y hechos ficticios, escapando de una realidad opuesta, subir o comentar imágenes o videos de carácter ofensivo, el uso del celular en infantes como medio de entretención recurrente en los patios y en las aulas o entregando de regalo equipos móviles desde los 4 años.

Si el adulto como modelo, cae en estos pequeños, pero grandes, detalles y se siente cómodo ejerciendo estas conductas a diario, aunque tenga el mejor de los controles parentales es muy probable que se vuelva facilitador de un agresor virtual. Todos sabemos que el niño aprende más por modelaje y ejemplo que por coerción. En una sociedad tan preocupada de los derechos y no deberes, de soltar en vez del sano retener, del contacto virtual pero vacío familiar, nuestros niños y jóvenes aprenderán a canalizar en el ciberespacio así como sus emociones, también sus frustraciones, y a veces esas tienen rostros específicos.

Hoy estamos llamados a no combatir las redes y la tecnología. Eso sería negar nuestra era. Pero sí tenemos la obligación en el ámbito de la educación y de la familia, de ofertar una realidad en el aquí y el ahora más atractiva, más humana, más cercana, volver a re encantarnos a reconectarnos y, principalmente, aprender a educar las emociones en nuestros hijos cada día, desde su más tierna infancia.