Escribe Dr. Fernando Castillo, Académico Facultad de Educación Universidad Andrés Bello.
Según el Presidente Gabriel Boric, su gobierno estará marcado por los cambios, cuestión que no estuvo ausente en el cambio de mando que acabamos de vivir. Muchos fueron los hitos que marcaron una jornada, sin duda, histórica. Con una emoción que no pudo contener, el nuevo Mandatario de Chile, prestó juramento “ante el pueblo y los pueblos de Chile” en una ceremonia marcada llena de simbolismos que representaron a las minorías, pueblos originarios, mujeres y otros. Si bien este tipo de ceremonias son de tipo protocolar y forman parte de nuestra tradición democrática, a lo largo de la historia de Chile dichos actos nos ha dejado importantes reflexiones.
Por ejemplo, la que fue narrada por Andrés Bello en 1841, cuando asumió Manuel Bulnes. Año en que, según Bello, se vio por primera vez en Sudamérica, el espectáculo de un Presidente que luego de dos períodos constitucionales de orden y arreglo, después de haber establecido el imperio de la ley, sometiéndose primero él a este imperio, baja del más alto puesto para cederlo al elegido del pueblo. Una clara reflexión en torno a la juventud de la democracia en nuestra región. Para el centenario de la República, en tanto, se produjo un inesperado cambio de mando.
En agosto de 1910 fallecía en Alemania el Presidente Pedro Montt, asumiendo el vicepresidente Elías Fernández Albano, quien también murió días después. Tras lo sucedido, fue una convención de partidos la que designó a Ramón Barros Luco como Presidente de la República, quien asumió en diciembre de ese mismo año.
Sin embargo, nuestra historia reciente, también ha sido protagonista de hechos, por decirlo de algún modo, anecdóticos. Uno de ellos, tuvo lugar en el cambio de mando de 2018, cuando el ex Presidente Sebastián Piñera asumió por segunda vez la presidencia. Fue ahí en plena ceremonia, que él le preguntó a la ex Presidenta Michelle Bachelet si la piocha de O’Higgins era original. Ante lo cual ella le respondió que no, porque se había extraviado en el contexto del golpe de Estado de 1973.
Como vemos, a pesar de los protocolos, y hurgando en la historia, los cambios de mando tienen algunas particularidades que le ponen un condimento especial a una de las tradiciones democráticas republicanas más solemnes de nuestro país. Ahora y más allá de los simbolismos es de esperar que el país pase del simbolismo a un acercamiento real de la institucionalidad a la ciudadanía, pues como vimos este en este último cambio de mando es lo que demanda.