¿Qué podemos hacer para mejorar la relación con nuestro cuerpo y con la comida en tiempos de pandemia?

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Un factor central es erradicar el fat-talk, que corresponde a todas aquellas actitudes y conversaciones, principalmente en forma de críticas, que centran el foco de atención en el peso corporal y que contribuyen a reforzar los ideales de delgadez.

En el Día Mundial de Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), que se conmemoró el 2 de junio, la académica del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de O’Higgins, Dra. Camila Oda, alerta sobre la expansión acelerada de estas problemáticas a raíz del confinamiento, debido a diversos factores tales como la creciente ansiedad e incertidumbre, la especial relevancia que han cobrado las redes sociales para sobrellevar el encierro, el aumento de los conflictos en los hogares, etc.

En este sentido, la académica destaca que “si bien aún no contamos con cifras precisas del incremento de estos trastornos, las redes que trabajan en el estudio e intervención de estas problemáticas, tanto en Chile como a nivel internacional, reportan que existe un aumento tan significativo en la demanda de atención psicológica vinculada a los TCA que ha llevado a prácticamente quedar sin cupos de atención”.

Asimismo, la Dra. Camila Oda destaca que, si bien el mayor riesgo de desarrollo de TCA se encuentra en la adolescencia, este tipo de problemáticas puede desarrollarse a lo largo del ciclo vital. Se observa que las niñas y niños comienzan a manifestar malestar con su imagen corporal y a intentar modificar su alimentación por el miedo a engordar desde los seis años aproximadamente. Aunque con menor frecuencia, se ha detectado la aparición de estos cuadros en otros momentos de la vida como, por ejemplo, durante el embarazo o previo a casarse, entre otros, tendiendo a perdurar en el tiempo y a tener serias consecuencias para la salud, las que incluyen la muerte. Estos motivos ponen de manifiesto la importancia de comenzar a trabajar en la prevención y detección precoz de estas problemáticas en los distintos contextos cotidianos.

Efecto de redes sociales y fat-talk

Sin duda las redes sociales han ocupado un espacio central en la sociedad, pero muchas veces pueden afectar la imagen que tenemos de nuestros cuerpos, es por esto que la académica UOH, Dra. Camila Oda, hace énfasis en que es necesario quitar de nuestras plataformas aquellas influencias que nos generen malestar, ya sea porque promueven una imagen corporal inalcanzable o muy lejana a la nuestra, porque promocionan recetas mágicas y rápidas para modificar nuestro cuerpo, o muestran conductas que nos hacen sentir culpables de no imitarles. “La influencia negativa de las redes sociales en la insatisfacción con la imagen corporal ya ha sido demostrada desde la investigación; los estudios más recientes detallan cómo las imágenes y recetas mágicas promovidas a través de éstas inciden en el empeoramiento de los síntomas relacionados con los trastornos de la conducta alimentaria. Aunque parezca una acción menor, en poco tiempo se podrá comenzar a notar cómo disminuye el malestar al realizar esta limpieza”, señala la Dra. Camila Oda.

Asimismo, otro factor que contribuye a las problemáticas relacionadas a los TCA y que hay que erradicar, es el fat-atlk, concepto que se refiere a todas aquellas actitudes y conversaciones, principalmente en forma de críticas, que centran el foco de atención en el peso corporal y que contribuyen a reforzar los ideales de delgadez, fortaleciendo la idea de que la belleza y la aceptación dependen de nuestro peso corporal. Algunos ejemplos de estas conversaciones son: “nada me queda bien”, “he engordado mucho”, “se te vería mucho mejor si perdieras un par de kilos”, etc. 

Otro ejemplo de fat-talk, según explica la Dra. Camila Oda, es hablar sobre las bondades o perjuicios de ciertos alimentos para regular nuestro peso, lo que puede llevar a prohibir algunos, con la falsa creencia de que son los exclusivos responsables de que subamos de peso, cuando ningún alimento es bueno o malo en sí, sino que lo que puede incidir en la ganancia de peso depende de la cantidad ingerida y su frecuencia. Además, cuando se demoniza algún alimento se produce el efecto de la “manzana prohibida”, que se genera al romper la restricción y consumir en exceso ese alimento demonizado.

Frente al fat-talk, la académica UOH recomienda usar dos estrategias: “Por una parte, cambiar de tema cuando nos vemos inmersas/os en este tipo de conversaciones, desviando así la atención del peso corporal hacia otros tópicos, o -en caso de que no sea posible cambiar el rumbo del diálogo – podemos usar una estrategia más frontal, como detener la conversación y señalar con claridad que no nos parece pertinentes, nos incomoda e incluso puede llegar a dañarnos”. Asimismo, indica que “si existen niñas, niños o adolescentes a nuestro alrededor, se vuelve aún más relevante que intentemos abandonar el fat-talk, ya que –aunque nuestro discurso hacia ellos sea respetuoso y reforzador – van aprendiendo a relacionarse con su cuerpo a partir de lo que observan entre sus personas cercanas relevantes, como lo son sus cuidadores”.

Por otra parte, pedir ayuda profesional a tiempo es de crucial importancia, ya que la demora en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria puede incidir en que tiendan a cronificarse, dejando huellas más profundas en la forma de ser, además de tener distintas consecuencias en la salud, las cuales van desde presentar problemas graves de salud mental, como depresión o suicidio, hasta presentar secuelas fisiológicas como el daño a nuestro metabolismo, descalcificación, problemas estomacales, etc. Las señales de alerta a las que hay que estar atentos en el contexto familiar pueden ir desde que desaparezcan alimentos de la despensa, variaciones significativas del peso corporal (pérdida o ganancia), aislarse e intentar comer sin otras personas alrededor, frecuentes idas al baño mientras transcurren las comidas, obsesión por hacer ejercicio para quemar lo consumido, etc.

Para finalizar, la Dra. Camila Oda, señala que “si bien las medidas antes mencionadas nos pueden ayudar a disminuir la probabilidad de presentar un trastorno de la conducta alimentaria, el que estos cuadros se presenten no es de exclusiva responsabilidad de las familias, sino que responden a factores de toda índole, desde genéticos a macrosociales. Pueden aparecer en personas de todos los géneros, edades, nivel socioeconómico, etnias… o estar presentes en todos los tipos de cuerpos, y si bien son problemas de salud serios, que pueden tener graves consecuencias, también pueden ser tratados con éxito, para lo cual la detección e intervención temprana se vuelven centrales de cara a lograr la recuperación total”.