Escribe Armando Miño Uriarte, Periodista Independiente y Docente Universitario.
Este fin de semana se publicaron cuatro encuestas, cuatro proyecciones de quién podría ser presidente. Lo cierto es que ninguno ganará en primera vuelta, y hay hasta cinco candidatos que – por error estadístico – podrían pasar a una segunda votación.
Lo que llama la atención es la diferencia abismal entre una y otra encuestadora: CPI, Ipsos Apoyo, CTI y Datum, todas señalan a un ganador distinto, a segundos lugares subiendo distintas escaleras, cual ruleta o juego del cuy se tratara, al azar, como si la encuesta la hubieran realizado en las sedes de los partidos y no a nivel nacional. Es curioso ver que para unos gana Lescano, otros Keiko y para otros López Aliaga. Incluso hay encuestas por internet y vía telefónica -nada científicas, por cierto- pero que dejan más dudas que certidumbre.
Estamos en medio de un panorama de caos evidentemente, donde la única certeza es que no hay certeza, nada, no sabemos. Pero la otra lectura, la que parece no importarles a los que financian a estas encuestadoras (todas pagadas por medios o conglomerados mediáticos), es que se ve a mil leguas que cada una -según su línea editorial y carácter político- hacen ganar a su favorito. Es decir, no importa la verdad, no interesa la coherencia, no interesa si confabulo contra la transparencia, insultando al ciudadano, haciéndolos creer que son limitados mentales y que se tomarán ese café, unos cargados y otros americano. Una falta absoluta de respeto.
Los candidatos, por otro lado, se han manifestado tibiamente. Lescano, Keiko, Urresti y DE Soto no se han hecho problemas, siguen en su campaña, sin hablar de los números, solo consignando que saben que llegarán a segunda vuelta. Mientras Mendoza, Castillo -el outsider de los maestros y que en un mes subió de 0.5 a 6%- y Forsyht cuestionan con tibieza las estadísticas. Quien si se ha ido con todo contra las encuestadoras es López Aliaga, denunciando a los medios de “mermeleros”, vendidos, insultando en ocasiones y con un poco de ira ante cámaras. Este accionar parece le ha bajado la llanta, pues hace un mes figura incluso como primero, pero ahora es difícil saber si pasará a un balotaje adicional.
Estamos ante una elección atípica, sin mítines, papeles ni pintas, con debates en formato “flash”, sin propuestas claras y copias de planes de gobierno, con candidatos que hablan en quechua y pensando en dar armas a los ciudadanos, sin propuestas sólidas, sin futuro. La pandemia -es cierto- no ha permitido ver más. Nos encerró y parece que las ideas a los posibles inquilinos de palacio también les pasó factura. La verdad, no sabemos por quién votar, no sabemos a quién creer.