Escribe Armando Miño Rivera, Periodista independiente y docente universitario.
Estamos a solo 40 días de escoger (quizá) a un nuevo presidente. La cosa está cerrada, ajustada, apretada, apiñada, tupido, estrecho, codo a codo y cabeza con cabeza. Hay cinco candidatos que se pelean las ¿preferencias? del electorado nacional y que a estas alturas no han calado para ser el nuevo inquilino de Palacio.
Yonhy Lescano de Acción Popular, el partido de la lampa y del histórico Fernando Belaunde Terry, es ahora -foto de hace tres días- el puntero de las encuestas con 11.3%. Una minucia en realidad. Luego está Verónika Mendoza (Juntos por el Perú) con un 8.9% del respaldo, encaramándose en el segundo lugar. George Forsyth, el alcalde que plantó a su distrito para tentar la presidencia y que ha caído casi 20 puntos desde que se lanzó como candidato, está tercero en el partidor. Luego le siguen Keiko Fujimori, la hija del dictador Alberto Fujimori, y quien ha aceptado que puso trabas a gobiernos anteriores, pero jamás reconoció ni reconoce que su padre es un genocida, con un gobierno dictatorial y quien, si echa barro a todos, menos a su papi. Hay nomás, al costadito, de reojo, se encuentra Rafael López Aliaga, la sorpresa de esta contienda, quien en un mes casi triplicó su preferencia y tiene casi 8%.
Aquí vamos. Todo este paquete parece más una mano de póker mal jugada que una carrera por la presidencia. Se han pasado de un lugar a otro, subiendo, bajando, sacando sus ases de la manga. Varios de ellos se pusieron el plan “mudo soy más bonito” y se han derrumbado. Y sí, en ocasiones estar callado es mejor que decir “ifratutura”. O afirmar que “para ser feliz hay que buscar la felicidad”, no es cierto Acuña. Bueno. También están los que ahora desean evitar la carga gubernamental y la corrupción dentro del gobierno ¡¡¡METIENDO MÁS GENTE AL GOBIERNO!!! y centralizando, controlando y ajustando todo en un estado que es pésimo para comprar, encargar, designar, controlar y administrar nada. Pero Lescano y la Vero piden más presencia gubernamental, antes de apostar por una nación que anime y ayuda al pequeño y micro empresario, al agricultor, al pesquero artesanal, a los comerciantes de telas y confecciones antes de imponer dumpin y así, sacar a nuestros empresarios de carrera. Ah, (que casualidad) ellos si viven en lugares de clase económica A y B). Doble moral y caviarismo al tope.
Al otro lado está López Aliaga, quien ha tomado un rumbo poco previsible en contiendas electoreras: hablar de moral cristiana, fortalecimiento de la familia, no al aborto, no a la ideología de género, eliminar las gollorías en el estado, zanjar con Odebrecht y demás empresas que han devenido en coimas y destrucción económica y administrativa del estado, menos burocracia y más libertad empresarial, apoyo a la familia y mejorar la vida de los más pobres a través de la ética, trabajo mancomunado, colaborativo e incentivos, empezando por eliminar los impuestos a los microempresarios. Esto se ve bonito, sabe bien, pero habrá que ver – si es electo- que el estado mismo, aquellos que manejan los hilos jurídicos, estructurales, leyes y tratados internos (además de loas componendas debajo de la mesa) lo dejan trabajar. Es difícil, muy difícil.
El panorama no es el mejor, hay incertidumbre y la población está alejada de la política, porque otro electorado -casi un 35%- no desea votar o no lo hará por nadie, a pesar que casi el 80% dicen que si irá a las urnas, pero viciará el mismo. Nada esta dicho, más que la política se vino abajo y los ciudadanos no quieren saber nada de ellos. Si pues, estamos hartos.