“Esta clase bien podría haber sido un video…”

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Escribe Mario Torres G., Jefe de la Carrera de Medicina, Universidad de O’Higgins.

No toda la presencialidad en la formación universitaria puede ser reemplazada por actividades a distancia. Eso es un hecho que parte de la base de que los planes de estudios de la mayoría de las universidades chilenas han sido diseñados para formatos presenciales. Además, es cierto que hay un cúmulo de habilidades profesionales que no son susceptibles para ser desarrolladas de manera telemática. Sí creo que la situación actual de pandemia ha permitido que los docentes reflexionemos en torno al valor de la cátedra o “clase clásica”; aquella en que un docente lleno de conocimiento se para frente a un grupo de estudiantes pasivos. Por un lado, hay docentes que nostálgicamente esperan a que las cosas vuelvan a la normalidad para así retomar tal cual su quehacer dentro del aula, pero al mismo tiempo estamos quienes creemos que las clases no deben volver a ser las mismas, incluso algunos nos aventuramos a pensar que la “clase clásica” debe ser apartada.

Así como el meme que dice “esta reunión bien pudo haber sido un e-mail”, pienso que en buena parte de la docencia universitaria se podría aplicar la frase “esta clase bien podría haber sido un video”. Y si esa frase aplica, lo más probable es que esa clase deba ocurrir en ese formato o derechamente desaparecer, para así dar paso a que la presencialidad sea utilizada con instrumentos metodológicos acordes a los tiempos que estamos viviendo y que están por venir.

La formación médica de pregrado, que es mi área de trabajo docente, ha bebido del modelo “flexneriano” surgido en 1910 en Estados Unidos, el cual centraba la formación en la enseñanza unilateral por parte de un docente experto. Lo interesante de esto es que dicha forma era muy ajustada y entendible para aquellos tiempos. Siendo así, era esperable que ya en los años 80 este modelo comenzara a sucumbir de la mano de nuevos planteamientos como los de Ronald Harden y su modelo centrado en el estudiante, el aprendizaje activo y la comunidad (modelo SPICES). Se reconoce en la formación médica, ya desde hace casi 40 años, que el conocimiento es tan dinámico y situado en cada realidad y comunidad, que debe ser desarrollado desde la experiencia del estudiante, siendo el docente un facilitador para que éste pueda enfrentar un mundo lleno de información y evidencia cambiante. En este modelo la “clase clásica” queda como una metodología menor.

Creo que los docentes debemos rechazar de una vez por todas aquella idea narcisista que nos deja al centro del aprendizaje, para transformarnos en facilitadores de un proceso centrado en el y la estudiante, acorde a las formas de comunicación y acceso a la información en los tiempos actuales; la pandemia nos está ofreciendo la oportunidad de dar este salto.

Finalmente, hay que entender que el proceso de aprendizaje y la vida universitaria son tan amplios que no se pueden reducir sólo en lo que ocurre dentro del aula.