Plan de Emprendimiento para CFT Estatal de O’Higgins

822

Escribe Kenneth Gent Franch, Co-fundador de Momento Cero y Fundación Entrepreneur.

La relevancia del emprendimiento ha hecho que en prácticamente todos los países y culturas se le considere como un ámbito clave para el desarrollo de oportunidades, la generación de riqueza y el progreso de las personas y la sociedad en su conjunto. Bajo el liderazgo de la Universidad de O’Higgins (UOH) se trabaja en el diseño que sentará las bases del nuevo CFT Estatal de la Región de O’Higgins, siendo su Plan de Emprendimiento uno de los sellos institucionales clave por la relevancia que reviste.

No obstante lo anterior, no es fácil generar una visión de consenso respecto de cómo articular el conjunto de elementos necesarios para lograr en los hechos que las cosas pasen. El emprendimiento es multifactorial y multidimensional. Hasta hace no más de 10 a 15 años existía la creencia generalizada de que el emprendimiento era sólo sinónimo de crear empresa y hacer negocios. Esa visión añeja del emprendimiento es correcta pero parcial, puesto que en los últimos años se ha dado paso a una más íntegra y compleja, en la cual se han agregado las dimensiones social, política, cultural, ambiental, educacional, entre tantas otras que posee el emprendimiento además de lo meramente empresarial o hacer negocios.

Es posible emprender por necesidad y/o por oportunidad. Cada tipo de motivación condiciona brutalmente la manera en que debe entenderse al acto emprendedor. La educación para el emprendimiento necesita definir, antes que todo, su para qué, antes de abordar lo mecánico del cómo o el qué. Prescindir de este tipo de reflexión puede causar que se le termine dando a todos una misma receta que no les acomoda ni conviene.

La formación emprendedora tiene el potencial de cambiarle la vida a las personas, en la medida que por medio de ella se logra enriquecer y potenciar el desarrollo de competencias fundamentales, como por ejemplo: motivación por el logro, auto-superación, identificación de oportunidades, iniciativa, auto-concepto positivo, capacidad de asumir riesgos, perseverancia y disciplina, planificación y organización, innovación y creatividad, flexibilidad, entre otras. No obstante lo anterior, sin una adecuada formación ética, de liderazgo y autoconocimiento el desarrollo de competencias emprendedoras podría transformarse incluso en un problema negativo en vez de una oportunidad, puesto que ellas son igualmente útiles para hacer el bien como para hacer el mal. Un delincuente o narcotraficante emprendedor será mucho más peligroso y capaz que otro sin este conjunto de habilidades. El llamado de atención es a no descuidar los valores esenciales de la formación humana en paralelo al potenciamiento de las capacidades emprendedoras.