Escribe Samuel Erices, Académico carrera Trabajo Social, UCEN.
La emergencia desatada por la pandemia del Covid-19 ha ampliado las problemáticas relacionadas a la salud y han hecho eco en el relato de los ciudadanos que necesitan poder cercarse de manera más normal a las grandes dimensiones que totalizan el desarrollo de quienes comparten nuestra sociedad: las actividades sociales, productivas y económicas, políticas y culturales.
Los conflictos asociados a esta precariedad en los accesos generarán en las personas desigualdades que finalmente recaerán en alteraciones a la salud mental de la población. Ejemplo de ello son los procesos de exclusión, la existencia de familias que sobreviven con recursos limitados para afrontar el día a día, el cuidado de nuestros adultos mayores, personas en situación de discapacidad o necesidades especiales que durante esta crisis han visto agravada su situación.
Plantear resolver los conflictos que las personas presentan de forma aislada y sin considerar que son parte de un medio sociofamiliar, nos habla de una escasa comprensión del ser humano y sus situaciones en el cotidiano, como el empobrecimiento, la cesantía, la afectación de la salud, lo que en definitiva gatillará nuevos procesos depresivos.
Por otra parte, nuestra fuerza trabajadora ha extendido su desarrollo laboral a sus hogares a partir del Teletrabajo, impidiendo mantener su vida social y familiar, producto que la carga excede a las horas que realizaban de forma presencial y para complejizar aún más la situación, quienes eran el sustento de sus familias, han perdido el empleo.
Estamos frente a una cronicidad social que va más allá del enfoque sanitario, que enfrentará posiblemente a las personas a la automedicación producto del estrés de la situación, por tanto, es imperativo apoyar a nuestras comunidades desde la reciprocidad y teniendo en cuenta todas las variables.
En palabras de Cornel West, profesor de filosofía de la Universidad de Harvard (1993) “la justicia es la forma que toma el amor en lo público”, ante ello la justicia social es un acto de amor y de acciones éticas que predominan en el hacer del que cree que contribuye a los cambios sociales.
Estos escenarios que se ven enfatizados en la actual crisis sanitaria nos muestran la vulneración de derechos que en nuestra sociedad impera, independiente de la edad, sexo, género o raza. El colapso que tenemos a causa de la actual pandemia expresa lo injusto del sistema que, a portas de desigualdades, nos golpea día a día. No obstante, nos invita a colaborar desde nuestros saberes personales y contribuir para que nuestra humanidad se torne más justa y solidaria.