Escribe Jean Paul Quinteros, Académico Escuela de Economía y Negocios, Universidad Central.
Tras el estallido social, la economía chilena ya venía mostrando una tendencia al alza en el costo de la vida, situación que se verá agudizada por la emergencia del COVID-19. Desde luego, es una crisis a escala mundial y, si bien se han implementado planes de rescate en las principales economías, el dólar mantendrá niveles altos dado el escenario de incertidumbre, ese mismo que preocupa a los trabajadores dependientes y que amenaza con una merma importante de ingresos a los independientes. Ello hará que el consumo de las familias sea en la justa medida, sobre todo en el sector más afectado, que son los pobres.
Hay voces que hablan de un eventual desabastecimiento de productos, pero lo cierto es que es difícil aventurarse a presagiarlo. Todo dependerá en gran parte de cómo avance la crisis sanitaria no sólo a nivel local sino que internacional. China está en proceso de salida de la emergencia y eso puede marcar una referencia hacia el resto de los países más afectados, pero si es esperable un alza de precios por efectos del dólar y la paralización de la actividad económica.
Ahora bien, más que en el costo de vida, el principal impacto será en los ingresos, dada la caída del crecimiento y el aumento del desempleo. Si enfrentamos una recesión mundial y sus efectos se traspasan al país, el impacto podría superar al de la crisis subprime.
Esta situación de emergencia paralizó el país, por ende son necesarias medidas que reactiven la economía o, al menos, ayuden al flujo de recursos, sobre todo en materia de ingresos para las familias más pobres. El nivel de alza de la inflación no es claro: por un lado subirán los precios por efecto del dólar, pero es altamente probable que el consumo disminuya dada la paralización económica. Vienen tiempos difíciles.